Malas compañías

Querido diario:

Gané una beca parcial para participar en un programa inmersivo sobre comunicación no violenta. Mi objetivo era transformarme en una persona más afable para ser aceptada.

En la primera reunión grupal del programa, percibí una marcada diferencia de clase social entre la mayoría de los participantes y yo. A pesar de esto, decidí que no me desenfocaría de mi objetivo y por fortuna, conocí a Grecia y a Gio, quienes me recibieron en su círculo.

Tres meses después, concluyó el programa y a pesar de ello, la amistad entre las 3 continuó. Para ese momento, conocía muchos detalles de sus vidas, ya que habíamos compartido información sensible mutuamente. Me abrieron las puertas de sus casas cuando atravesaba una época difícil con mi familia y creo que ambas me vieron como una hermana menor a la que debían proteger, pero también en muchas ocasiones trataban de persuadirme para hacer lo que a ellas les parecía que era mejor. En especial porque estaban al tanto de una relación sentimental en la que me encontraba y que era completamente perjudicial.

Las tres nos esforzábamos por sincronizar nuestras agendas y salir juntas de vez en cuando. Los encuentros se volvieron más frecuentes y, al principio, eran realmente divertidos. Sin embargo, las conversaciones empezaron a tomar un tono diferente. Ya no se trataba simplemente de pasar un buen rato, sino que la mayoría de las conversaciones giraban en torno a quejas y hablar mal de los demás.

Tanto Grecia como Gio, tienen conexiones con algunas personas de la élite, y esto a principio me impresionó bastante, pero adoptaron una postura con un alto sentido de superioridad moral. Incluso llegaron a criticar el programa en el que nos conocimos, argumentando que era simplemente un cursillo sobre cómo resolver conflictos y que la mayoría de los participantes eran «niños mimados» tratando de salvar el mundo. Lo cuál era irónico, siendo que ellas pertenecían a ese grupo privilegiado.

Se acercaba la Navidad y, como de costumbre, comenzamos a planificar nuestro próximo encuentro. Grecia recién había comprado un fabuloso apartamento en una torre en medio del bosque urbano así que propuso que nos reuniéramos allí.

Recuerdo que esa semana en particular tuve que asistir obligatoriamente a varios eventos del trabajo, y para el viernes me sentía completamente agotada. Pero, ya habíamos acordado que ese día sería nuestra cena navideña.

La cena transcurrió con total normalidad, pero estaba clara de que en cualquier momento me harían preguntas incómodas como solían hacerlo y no me apetecía participar en ese juego.

La cena se prolongó y los temas de conversación se fueron agotando. Tanto Grecia como Gio compartieron las últimas novedades sobre sus relaciones sentimentales, dejando claro su descontento por cómo estaban las cosas.

Justo ahí Gio respiró profundo y antes de tomar un sorbo de jugo de manzana, me preguntó ¿Y vos Wen? ¿cómo va aquel asunto?

Con cero entusiasmo y entre dientes respondí ¡Nada nuevo, todo igual!

Pero, Gio insistió: ¿cómo, del todo nada nuevo? No es posible eso.

Se acomoda en el sillón y dice: Mira, creo que este podría ser el peor consejo que alguien te dé, pero creo que deberías experimentar. Permítete que alguien más te toque, te bese e incluso, porque no, que te coja. ¿Sabes qué? Tinder es una buena alternativa.

Yo trataba de digerir el ultimo Ravioli que secó mi boca y tragarlo con el insípido jugo de manzana.

Grecia añadió: Sí, deberías hacerlo. De hecho, tengo una amiga que llega a tener hasta tres citas de Tinder en una noche. Pero, vos podrías ser más precavida y citarlos durante el día y en lugares públicos, digo para que te sientas más segura.

En mi mente pensé: como si los asesinos seriales solo mataran de noche.

Inmediatamente, estiré mis piernas porque estaba sentada en modo “indito” y me puse de pie y dije: ya es tarde, me debo ir.

Ninguna refutó, es más Gio me siguió la corriente.

Un mes después, Grecia organizaba su fiesta de cumpleaños y nos invitó. Para ese momento, mi entusiasmo por enviar memes al chat, compartir las últimas novedades y mantenernos en contacto se habían ido por el caño.

Así que unos días antes de la fiesta, recibí un mensaje:

  • Grecia: hola, te he notado distante ¿Qué te pasa?

  • Yo: nada, todo bien

  • Grecia: sí algo pasa y no me querés decir. ¿estás enojada conmigo? Decime porqué

  • Yo: no, nada. Todo bien. Por cierto, no iré a tu fiesta de cumpleaños, tengo otro compromiso (era mentira)

  • Grecia: ok no me digas entonces, pero yo sé que algo pasó y no me querés decir. Chao.

Ese fue el último intercambio que tuvimos.

Días después, tomé la decisión de salirme del chat que teníamos las tres, y un año más tarde Gio me escribió por Facebook. Para entonces había cambiado mi número de teléfono. Así que buscó otra manera de comunicarse conmigo.

Fue una conversación muy puntual, de: hola ¿cómo estás? Yo bien y ¿vos? Bien por dicha. Qué bueno, chao. Y listo. No me preguntó por Grecia, por lo que había pasado. Nada.

Un año más tarde, Gio me vuelve a escribir y esta vez, me confronta:

  • Gio: vi que me eliminaste de Facebook, yo sé que algo te pasó con Grecia y ahora te desquitas conmigo.

  • Yo: no, todo bien.

  • Gio: sí, algo te pasó.

  • Yo: Gio, necesito cuidarme, pensar en mí, eso es todo.

  • Gio: ¿cuidarte? ¿De mí? ¿Qué acaso soy un monstruo?

  • Yo: eso no fue lo que dije. Es solo que tuve que tomar medidas para cuidarme, eso es todo.

  • Gio: ah ok que genial, gracias por eso.

Y así, se diluyó la amistad entre Gio y yo.

Parte de lo que yo conocía sobre sus vidas era muy intenso y delicado, pero jamás las juzgué. Estuve allí para ellas, las vi llorar, las abracé, me leí todos sus mensajes, escuché todos sus audios de telenovela que tenían hasta 4 temporadas. Fui esa amiga que cuando en nuestras salidas incluían al amante de turno, yo super metida en el papel de: Ahh vos sos el famoso Luis. Y así sucesivamente, adaptándome a cada nuevo personaje en sus vidas.

Y no solo por lo que aprendí en el programa, sino también por mi naturaleza, decidí guardar silencio, escuchar y tratar de comprender, dentro de mis capacidades, que su perspectiva sobre las relaciones difería considerablemente de la mía.

Y hasta el día de hoy, sigo creyendo que cada persona se involucra con otra desde lo mejor que sabe hacer. Algunos son más audaces y arriesgados, mientras que otros, como yo, somos sumamente analíticos y consideramos todas las implicaciones antes de involucrarnos emocionalmente. Cada enfoque tiene su valor y es válido en su propio contexto.

No hice el esfuerzo de buscarlas y de aclarar las cosas de frente. A la fecha, ninguna sabe lo que realmente sucedió.

A lo mejor, hubo una ausencia total de compromiso emocional de mi parte hacia ellas. Pero, llegó un momento en el que tuve que priorizar mi autenticidad en lugar de encajar en un grupo con el que no compartía la misma visión. Por esa razón, no me siento culpable ni desdichada por cómo terminaron las cosas. Fue una decisión necesaria para cuidar mi energía.

Agradezco a la vida por el tiempo que compartimos juntas, pero reconocí que estas amistades eran temporales y que mientras se respetó la diversidad de pensamiento todo marchó muy bien, pero cuando sentí que mi espacio personal fue invadido, tomé la decisión de alejarme, y tengo todo el derecho de hacerlo.

Ahora estoy clara que lo mismo sucede en todas las relaciones: no siempre voy a estar en la misma sintonía que mis amigos y como seres humanos que somos, evolucionamos. Yo también fui mala compañía para algunas amistades y ellos, tenían el derecho de distanciarse.

Con el tiempo entendí que se necesita mucha madurez para soltar vínculos que no aportan nada nuevo y estoy haciendo mi mejor esfuerzo para ser honesta con los demás y aún más importante, leal conmigo misma y decir: me caes bien, pero ahorita me vienes fatal.

WENDY

Autor: Querido diario

Un refugio de conexión humana.

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