A partir de ahí, cada vez que yo cometía un error, por más pequeño que fuera, esta compañera se levantaba y se iba hasta la oficina del jefe a reportarlo. Era muy evidente y a los minutos después escuchaba a mi jefe gritando mi nombre.
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No hablo el mismo idioma de Mahsa, es poco probable que visite su país y mi contexto sociocultural dista mucho del de ella, y aunque estemos separadas por el inmenso océano Atlántico, tristemente compartimos la misma historia
Confieso que, de un tiempo para acá me volví reticente a hacer nuevas amistades y decidí conformarme con las pocas que tengo. Siempre he sido todo corazón y cuando elegí depositar mi confianza en muchas personas, creyendo que me devolverían el favor, no tenía claro que la clave de toda relación es que las dos partes estén comprometidas.