Querido diario:
Hace un tiempo vivía en un apartamento pequeño, pero para mí era mi espacio sagrado. Tenía paredes blancas, una ventana grande que permitía el paso del amanecer y el atardecer. Nunca le puse cortinas, porque yo llevaba mi rutina al ritmo de la luz.
Me encantaba ese lugar, estaba cerca del súper, de cafeterías, de la piscina, incluso estaba cerca de mi amiga Rebe.
Para entonces tenía 7 años de trabajar freelance, en octubre de ese año finalicé un contrato con un cliente importante. Se daba cierre a 5 años de trabajo constante. Cierre profesional y emocional. Recuerdo que me sentía súper agradecida de haber tenido esa oportunidad, aprendí mucho.
Tenía mucho tiempo libre, tenía dinero y tenía el espacio. Entonces, me di un mes de descanso, pensando en todas las posibilidades. Era emocionante. Sin embargo, la incertidumbre siempre tiene su lado pesado, que atrae y complica las ideas. El 30 de noviembre era el último día del mes de descanso.
Así que tomé un momento para mí y escribí:
Siento que tengo que hacer algo, pero no sé qué hacer. ¿Qué debería de hacer con este tiempo? La palabra “debería” no debería de existir. Siento que tengo el deber de hacer algo importante. ¿Puede estar bien solo existir? Puedo caminar al súper. La vida es generosa, me da un hogar, tiempo, espacio, dinero, me da estrés y relajación. Voy a salir a caminar. Fui caminando al súper, de camino un guarda me advirtió lo mucho que están asaltando y me sentí insegura, caminé insegura. Compré pan y queso. También vino. Comí en exceso y ahora me siento mal. Me siento triste y decepcionada por mi comportamiento impulsivo. ¿Porqué como si sé que me da dolor de panza? ¿Por qué me provoco dolor? Me dije a mi misma que estaba bien. “Está bien ser como soy” me dije. Pero yo no soy glotona, muy en el fondo no lo soy, lo hago como un mecanismo de defensa. Me siento triste, me siento sola, me siento… ¿Cómo me siento?
Desde niña, escribo en un diario. Escribía sin saber muy bien lo que estaba haciendo. Era una necesidad para mí. Es mi impulso natural para expresarme, para sentirme comprendida.
Ese día vi dos películas seguidas, comiendo pan y queso, tomando vino. Escribiendo a cada rato.
Es una combinación de culpa y placer. Antes de dormir, mientras me lavaba los dientes, pensaba en la conversación que tuve con mi hermana Mariana.
Ahí estaba, sola en mi apartamento, con sueño, pensando en no sentirme mal. Convenciéndome de que estaba bien, pero recordé que Mariana dijo “controlar las emociones”.
Me doy cuenta, en este momento, que no es necesario controlar las emociones. Las emociones existen para guiarme.
Para mí es muy importante entender lo que siento para saber cómo actuar, no para evitarlo y preguntarme de dónde viene y que puedo aprender.
Luego de eso pude conciliar el sueño y dormir plácidamente.

CARLA