Querido diario:
Olvidé lo que es tener la visión clara, un espíritu aventurero y hasta la capacidad de asombro por las pequeñeces de la vida. Esa determinación por encontrar las respuestas usando el famoso ¿Y por qué? Hasta saciar la curiosidad.
Tengo episodios de mi vida en los que estuve herida y asustada, porque supongo que fui obediente cuando desde afuera, me pedían que enmudeciera mi voz, porque debía crecer y hacerme fuerte.
Permití que la pereza me abrazara al elegir lo fácil. Y la hice crecer a la fuerza a mi propia niña interior.
Ahora que soy madre, en medio de mi ajetreada vida cuando estoy realizando una tarea de la casa, mi hija jala con fuerza de mi ropa y me invita diciéndome: ¡Mami, vamos a fugar! Pues, con sus tres añitos intenta pronunciarlo bien. Le respondo: ¡Ahorita, ya casi voy, estoy ocupada!
Cuando termino y la busco para integrarme ya ha cambiado de juego y perdí una excelente oportunidad para disfrutar de su niñez y para recuperar la mía.
En ocasiones, mi hija, me ayuda a lavar los trastos. Le encanta quitar el jabón de las cucharas y me percato de que está jugando, viendo como cae el agua, pero la interrumpo y le pido que siga con otros para terminar rápido.
Me doy cuenta de que me precisa más ordenar y limpiar la casa que divertirme con mi hija que busca mi atención, igual que la niña que alguna vez fui y no le permití divertirse.
Ahora busco sentirla, pero sin dejar de lado lo aprendido hasta ahora. Complementarla con la mujer adulta en la que me he convertido.
Pues, ahora lo comprendo. La vida se encargó de recordarme aquello que dejé olvidado y que es importante que conserve, por más años que tenga y por más tareas que deba hacer.
Mi hija hace eco de mi voz. Me motiva a mantenerla conmigo y a nunca más dejarla ir.

MARO