A partir de ahí, cada vez que yo cometía un error, por más pequeño que fuera, esta compañera se levantaba y se iba hasta la oficina del jefe a reportarlo. Era muy evidente y a los minutos después escuchaba a mi jefe gritando mi nombre.
A partir de ahí, cada vez que yo cometía un error, por más pequeño que fuera, esta compañera se levantaba y se iba hasta la oficina del jefe a reportarlo. Era muy evidente y a los minutos después escuchaba a mi jefe gritando mi nombre.