Unos meses después mi padre murió. El duelo me hizo reevaluar lo que quería y lo que no en mi vida. Lo primero de lo que me percaté fue que estaba cansado de mantener apariencias. Quería vivir en mi verdad.
La vida se encargó de recordarme aquello que dejé olvidado y que es importante que conserve, por más años que tenga y por más tareas que deba hacer.