Querido diario:
Entró por la puerta con su bebé en regazos y en cuanto mis compañeras la vieron entrar, se emocionaron y de inmediato se levantaron a recibirla. Una le quitó los bolsos que traía y otra le quitó a la bebé.
Yo decidí quedarme sentada en mi escritorio y continuar con mis tareas, porque a diferencia del resto, no la conocía. Tan solo tenía 3 semanas de trabajar en esa oficina.
En eso, la compañera me determinó y con cierta cautela se acercó hasta el marco de la puerta, donde se quedó. Cruzó los brazos y en seguida me di cuenta de que me estaba escaneando de abajo hasta arriba.
Hice contacto visual y ella para disimular que me estaba escaneando, me pregunta con un tono confrontativo ¿Y cómo le ha ido? Yo no me di por menos y le respondí: todo bien por dicha. Aunque por dentro si me preguntaban ¿2+2? no respondería con certeza.
Un par de meses después, esta compañera se reincorpora al trabajo porque había finalizado su licencia por maternidad y en términos generales, todo iba bien al principio.
Hasta que dos años y medio después, otra de las compañeras renuncia y esto provoca que se reestructurara toda la dinámica en la oficina.
Entonces me asignan la agenda con todas las actividades programadas durante el mes y enviar el correo masivo a todo el equipo, que éramos unas 25 personas aproximadamente.
La compañera que justamente renunció era quien estaba a cargo de esta tarea y ella acostumbraba a enviar en el cuerpo del correo algo como esto:
- Lunes 15 de octubre, María Pérez, Juan Piedra, Actividad X, 9 horas…
- Martes 16 de octubre, Luis García, Carlos López, Actividad Y, 10 horas…
Para mí era como descifrar el código Da Vinci. Así que decido usar San Excel y hacerlo diferente tipo:
Fecha | Nombre | Actividad | Hora |
Lunes 15 de octubre | María Pérez | X | 9:00 |
Martes 16 de octubre | Luis García | Y | 10:00 |
Envío ese primer correo masivo y ….
Uno a uno de los compañeros empieza a contestar con copia a todos: ¡Excelente Wendy ahora sí se entiende la información! Otra contestó: ¡Apoyo totalmente lo que dice el compañero, hasta profesional se ve!
A mí se me caían las pecas de la vergüenza y no hizo falta que volviera a ver a la compañera que estaba a espaldas de mí y que me miraba por encima del hombro. Podía percibir su desagrado por todos los halagos que no se limitaron a decir solo por correo, sino que llegaban hasta mi cubículo a decírmelo.
Semanas después uno de los miembros del equipo que atendía esta compañera, solicitó un cambio de asistente. Estaba inconforme con el trabajo que realizaba ella y sabía de mi trabajo, porque me veía interactuar con el equipo que tenía a mi cargo.
A partir de ahí, cada vez que yo cometía un error, por más pequeño que fuera, esta compañera se levantaba y se iba hasta la oficina del jefe a reportarlo. Era muy evidente porque a los minutos después escuchaba a mi jefe: Wendyyyyyyyy
Los domingos mientras preparaba todo para la semana, lloraba y aunque necesitaba el trabajo, ya no quería seguir ahí. Yo acostumbraba a llegar 20 minutos antes de la hora de entrada, pero prefería quedarme dando vueltas en una plaza que estaba al frente de la oficina e ingresar hasta la hora de entrada.
Meses después, me concedieron traslado a otra área. Recuerdo bien ese último día, de camino a casa iba llorando de felicidad. No podía creer que al día siguiente ya no trabajaría más en esa oficina.
Tenía un mes de trabajar con otro jefe y con otro equipo. Después de mucho tiempo estaba recuperando mi ánimo. Ese día ya todos se habían ido porque era la hora de salida y solo quedaba yo recogiendo mis cosas. En eso veo que mi nuevo jefe se acerca y me dice: necesito que hablemos.
Yo pensé ¿Y ahora qué hice? y me dijo: Vea, yo estoy contento con su trabajo, no tengo problemas con usted, pero recibí una llamada de su exjefe y básicamente me enlistó todos los motivos por los cuales la debo despedir. Quiero sugerirle que evite ir por su oficina y esperar a que las aguas se calmen.
Yo no me lo podía creer, pero decidí tomar el consejo de mi nuevo jefe.
Cuatro años después, se publicó una carta de agradecimiento que le escribí a mi coach, quien me motivó a cuidar la relación más importante que tengo en este mundo: la propia. Yo accedí a esta publicación que tenía como intención mostrar un testimonio de los servicios que ofrece la empresa con la que llevé este coaching de comunicación empática.
Estaba en mi cama recostada, leyendo cada comentario de mis amigos que se dieron cuenta de la carta. Me sentía como famosa leyendo a mis fans ja ja. Y casualmente, entre mis contactos tengo muchos compañeros de trabajo y en eso veo que en la bandeja había un mensaje oculto. Reviso y me percato que era esta excompañera, a la que claramente no tenía agregada como amiga. En cuanto le di clic al mensaje, me sale una advertencia que decía: si lo abres, el remitente se dará cuenta de que lo leíste.
Yo dije: la curiosidad mató al gato y hoy la curiosidad puede más.
Lo abrí y decía:
Hola Wendy. Se qué le parece raro que le escriba, no creas yo también me sorprendo de hacerlo, pero acabo de leer su carta y quiero decirle que siempre me pareciste muy linda por fuera y por dentro, solo era cuestión de que te lo creyeras y me alegra que seas feliz por tí y no por alguien más.
Me tiré de la cama, salí corriendo a buscar a mi hermana menor que para entonces vivía conmigo y que conocía de la situación. Le mostré el mensaje y le dije: ¿puedes confirmarme que lo que yo leo es tal cual? Ella me dijo: ¿Qué mosco le picó? Yo me reía de lo confundida que estaba.
No sabría decir cuál fue su problema conmigo. Acepté ese mensaje como una disculpa y lo sentí genuino, porque es de valientes aceptar que nos equivocamos y con lo poco que conocí de ella, sé que le fue difícil escribirlo.

WENDY